
El aire se me escapa entre las manos,
como hojas del ayer,
latentes pero ausentes.
Recuerdo tu caminar tranquilo,
sin apuros, andar de peregrino.
Solo bastaba observarte
para lograr en mi serenidad,
la cual aparecia en momentos de intranquilidad.
Se mi árbol de ilusión,
el que cambia, ante cada estación.
El que, a pesar de morir,
renace entre los clamores de mi voz.